* Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,24-29)
«Después
de esto se acercó a la lámpara y todos se agruparon en torno de Él.
Tomás, muy avergonzado en la presencia del Señor, se había retirado algo
más atrás.
Jesús
tomó con su maño derecha la mano derecha de Tomás e introdujo el dedo
índice de Tomás en la llaga de su mano izquierda. Luego tomó la mano
izquierda con su izquierda, introduciendo el dedo pulgar del apóstol en
su llaga derecha. Después con su mano derecha volvió a tomar la derecha
de Tomás y, sin descubrir su pecho, pasó la mano de Tomás debajo de su
vestidura, introduciendo el dedo índice y el medio del apóstol en la
llaga de su costado derecho. Dijo algunas palabras mientras hacía esto.
Tomás cayó como desmayado y conmovido, mientras decía: “Mi Señor y mi Dios”. Jesús retenía su mano derecha. Los presentes lo sostuvieron y Jesús lo levantó con su divina mano. Esta caída y este levantamiento tenían su significado».
Visiones y revelaciones de Anna Catalina d Emmerich
«Lo de menos es tener o no talentos
La acción divina corresponde a la voluntad del alma sencilla y santa, y no a sus habilidades. Corresponde a su pureza de intención,
y no a los medios que elige, a los proyectos que forma, a las maneras
que imagina o a los medios que adopta. En todo esto puede engañarse el
alma. Y no es raro que suceda. Pero su rectitud y su buena intención no
le engañan jamás. Y Dios conoce y ve esta buena disposición de la
persona, no se fija en el resto, y toma como hecho todo lo bueno que
ésta infaliblemente haría, si conocimientos más exactos secundasen su
buena voluntad.
Nada, pues, tiene que temer el alma de buena voluntad. Si cae, no puede caer sino en esta omnipotente mano, que la conduce y levanta,
en sus mismos extravíos, que la aproxima al fin cuando se aleja de él,
que la vuelve a su camino cuando se extravió. El alma encuentra siempre
un apoyo en esta mano divina, que la guía entre los precipicios, en cuyo
borde la coloca el esfuerzo y la astucia de las facultades ciegas que
la desvían; le hace ver cómo debe despreciarlas, contando sólo con ella y
abandonándose enteramente a su infalible gobierno. En todo caso, los
errores en que caen las almas buenas van a dar en seguida en el
abandono, por lo que jamás se encuentran sin recurso, pues, como dice la
Escritura, «todo coopera para su bien» (Rm 8,28)
Todos llamados a la santidad
No
desanimemos, no rechacemos, no alejemos a nadie de la más eminente
perfección. Jesús llama a todo el mundo a la perfección, pues a todos
exige que sean fieles a la voluntad de su Padre, de modo que todos
vengan a formar su Cuerpo místico, cuyos miembros no pueden llamarle “Señor” con verdad sino en la medida en que sus voluntades se hallen perfectamente de acuerdo con la suya.
Él no les
exige ninguna habilidad especial; solamente quiere que su buena voluntad
esté unida a la suya, para así conducirlas, dirigirlas y favorecerlas
en la medida de esa unión.
¡Sí, almas
queridas! Dios no quiere más que vuestro corazón. Si buscáis este
tesoro, este reino en que sólo Dios reina, lo encontraréis.
Cuando se
ama a Dios y su voluntad, se goza de Dios y de su querer, y este gozo
corresponde perfectamente al deseo que se tiene de amarlo. Amar a Dios es desear sinceramente amarle».
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